viernes, 3 de marzo de 2017

Los desafíos de la educación del siglo XXI







El paradigma educativo se ha visto fuertemente golpeado por los vaivenes de la tecnología. Es evidente que el desarrollo tecnológico avanza más rápido que las leyes y que los actores educativos. Es por ello, que definir a principios del siglo XXI la educación es entrar a contrastar estilos docentes y momentos de la historia de la humanidad. 

Comencemos por el momento de la sociedad en la que estamos viviendo. Hemos pasado de una sociedad tradicional, a la llamada "Sociedad de la Información" en un periodo de tiempo muy corto. Cualquier persona puede teclear unos segundos y obtener el conocimiento al completo en su móvil sin necesidad de abrir un libro. Las empresas han sabido capitalizar esta situación, y han surgido nuevas formas de vender productos, pisos, y hasta presentarnos en perfiles personales en páginas web de búsqueda de pareja. Asimismo, se han creado cientos de nuevos puestos de trabajo en el área tecnológica solamente por el hecho de que existe un gran mercado de personas sedientas de información. Empresarios y empresarias hace diez años jamás habrían pensado darle un elevado sueldo a un chico o chica joven para que se encargara de dar una imagen corporativa de su empresa en las redes sociales, y los grandes periódicos tampoco consideraban que su edición impresa se redujera al mínimo como consecuencia de unos nuevos "Lectores Digitales".

Todo ello no ha sido ajeno al mundo docente. Cientos de estudiantes alrededor del mundo ahora pueden realizar sus deberes "Copiando y Pegando" de portales como Wikipedia o buenastareas.com, lo cual generó en su momento una crisis docente, pues como saber si algo era un plagio o no. Por tanto, ahora se comercializan docenas de portales para que el profesorado verifique qué es transcripción y qué es una producción original. Pero, vamos más allá, ¿Qué ocurre con el alumnado de infantil y  primaria? Ya niños y niñas de 3 y 4 años están jugando con un iPad o tablet. Y así, ya en las primeras fases de la educación vemos, por ejemplo, a una niña de 7 u 8 años realizando una presentación power point para exponer los planetas o los animales en su próxima clase de ciencias.

Es entonces, que podríamos definir a la educación desde varios puntos de vista. El primero, desde un punto de vista semántico, pues educación no es lo mismo que instrucción, y lo que se proyecta en las aulas de clase definitivamente no es educación sino instrucción. Por ello, nos referiremos a la educación de la forma tradicional para no crear una confusión lingüística innecesaria en este ensayo. Educación hoy en día, y de acuerdo a los artículos leídos, no soporta una clase magistral donde el alumnado es solamente receptor de un discurso, pero ¿estamos preparados los profesores y profesoras para cambiar el modelo?

Extraer a miles de docentes del modelo magistral, su zona de confort, cuando la gran mayoría está en edad de jubilación es una apuesta arriesgada. Por otro lado, los que se están formando en diversos programas de máster, y en grados de docencia, se les exige el empleo de la tecnología, la neurociencia, les exponen videos de Sir Ken Robinson, pero las clases siguen siendo magistrales. Si alguno o alguna utiliza quizás una presentación power point, puede caer en numerosas ocasiones en una especie de karaoke docente con poca imaginación, exceso de lectura de diapositivas y altas dosis de aburrimiento.

En consecuencia, se requiere un cambio radical e inmediato, el problema es que los y las que toman las decisiones no lo ven muy claro. Los estudiantes han bajado el rendimiento, nos situamos en la cola de toda Europa, y obtenemos los peores rendimientos académicos en los informes Pisa. De tal forma, no podemos seguir esperando, el viejo refrán "Las cosas de Palacio van despacio", está tan obsoleto como las propias clases magistrales. En segundo lugar, debemos modificar la formación del futuro docente, y para ello cabe pensar en el reaprendizaje del profesorado de posgrado y grado, para que puedan enseñar predicando con el ejemplo. Esto conllevará una alteración en las estructuras legales y a una variación en los rendimientos académicos.

El mundo  está en un gran momento. Es incuestionable que la población tradicional no llega a fenecer, y la sociedad de la información no termina de nacer, con la agregada complejidad que en cuanto se profundiza esta última, va surgiendo una "Sociedad del Conocimiento". Todas estas situaciones afectan a la educación. La universidad de finales del siglo XXI no será en nada parecida a la actual. En manuales futuristas se dice que el ser humano llevará un chip con toda la información que necesite. Las personas serán políglotas, y el internet desaparecerá tal y como lo conocemos hoy en día.

Por consiguiente, cabría preguntarse ¿Si todos los seres humanos pueden saber de todo, cómo se supone que debería orientarse el paradigma educativo? La respuesta a este interrogante podemos hallarla en las aproximaciones teóricas de la Sociedad del Conocimiento. Esta contempla una forma adecuada y precisa de educar, de acuerdo a las capacidades de cada ser humano. No basta con saber de medicina o de ingeniería, pues esa información la tenemos al alcance de la mano, se requiere que la persona tenga talento, destreza, interés, coraje,  certeza y una dedicación clara a profundizar el conocimiento adquirido, ya sea mediante juegos, o clases interactivas, utilizando la ramificación, aprendiendo de forma autónoma o adquiriendo en un futuro tal chip contentivo de toda la información de un grado universitario.

Es un conflicto generacional, pero también una batalla entre los colegios y las empresas de juegos. El nivel de distracción que un o una estudiante promedio puede tener es inmenso, pues estas empresas aplican técnicas de neuromarketing que generan dependencia a los juegos en línea. Ya nos situamos en una fase de descubrir nuevas enfermedades relacionadas con el proceso de adicción de un ser humano a este tipo de diversiones. Incluso, la "intoxicación" a las redes sociales y a ser "seguido o seguida" por alguien se convierte cada vez más en un proceso sicótico compulsivo.

¿Está la universidad o el profesorado capacitados para alejar al alumnado de estas atracciones digitales? La respuesta es un contundente no, como ya venimos comentando a lo largo de esta disertación. En otro de los artículos leídos del Diario El País, se evidencia que las clases con una duración superior a 50 minutos tampoco son saludables, ni los estudiantes están dispuestos a soportarlas. Mucho se menciona a la neurociencia, pero debemos considerar que más allá de esas maravillosas técnicas, debe haber un reaprendizaje de la forma de cómo debemos impartir las clases, especialmente para los que nos estamos preparando para asumir el reto de una educación en tiempos de cambio para la sociedad.

Pero, si dejamos a un lado el factor docente y el proceso enseñanza aprendizaje, podríamos entrar a debatir otro elemento importante y que es un eje principal del sistema educativo. Los profesores y profesoras preparamos a los alumnos y alumnas para el mercado laboral. El fin último de un proceso educativo es que la persona que finalice, esté capacitada para desarrollar un puesto de trabajo en alguna empresa o que la misma pueda volcar todas las capacidades en el mundo del emprendimiento. Cabe, entonces, una nueva pregunta: ¿Se está preparando a los actuales estudiantes para trabajar en las empresas o en las ocupaciones que estarán disponibles en un par de años? Ya no podemos hablar del futuro como algo lejano, los nuevos cargos y las nuevas responsabilidades están a la vuelta de la esquina. Ya empresas como Google no tienen gerentes, ni presidentes, ni directores, las formas organizacionales en poco tiempo van a ser celulares, con responsabilidades compartidas. Las estructuras piramidales van a desaparecer cuando los grandes empresarios y empresarias se den cuenta que ganarán mucho más dinero, permitiendo el empoderamiento de su personal y eliminando los llamados cargos de "Jefe o Jefa" en una empresa. Así, está surgiendo un paradigma donde todos y todas tomamos decisiones dentro de las organizaciones.

Esto sin duda, nos plantea otro reto. Los estudiantes se han acostumbrado a ver al docente por mucho tiempo como el que dispone, el que califica, o simplemente la persona a la que debemos sonreírle mientras ejercite dicha labor. Ya después que la nota esté fijada, muy probablemente ni vuelvan a saludar a su antiguo o antigua profesor o profesora. Si trasladamos este ejemplo al mercado de trabajo, podríamos decir, que no hemos capacitado al alumnado para un ambiente celular donde no exista un director o directora. Y tampoco estamos preparando a los futuros docentes dentro de la misma forma de estructura corporativa, donde las futuras escuelas tampoco tendrán a un dirigente de departamento ni a un director/a o decano/a. Todos y todas seremos corresponsables del resultado del alumnado, de cómo nos organizamos y realizamos los horarios, y finalmente, de cómo gestionamos el conocimiento bajo una forma diferente de gestión de empresas educativas cuyos cambios están más cerca de lo que parece.

La educación hoy en día no puede definirse en un par de oraciones, ya que es un tema transcomplejo que no puede verse desde un solo punto de vista.

En conclusión, la educación debe cambiar y amoldarse a los nuevos tiempos. No se concentra en un ente solitario, depende de la totalidad del profesorado, y por tanto, definirla es determinar nuestro rol en una reducida temporalidad.